La última jornada de Asomega Maiores, celebrada en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo con la colaboración de Boehringer Ingelheim, deja un mensaje muy concreto: Galicia solo podrá afrontar su envejecimiento si es capaz de pasar de un modelo reactivo, centrado en la enfermedad, a otro proactivo que cuide la autonomía, la funcionalidad y el vínculo social de las personas mayores. Sobre esa idea fueron encajando, como piezas de un puzzle, las intervenciones de los ponentes y el coloquio final.

Antón Acevedo, Inmaculada Ramos, Luis Álvarez Sabucedo, el gerente del Área Sanitaria de Vigo Francisco Javier Puente, José Manuel Vega y Alberto Fernández-Villar.
Tras la introducción de la jornada por parte de Inmaculada Ramos, directora del Distrito Sanitario de Monforte y coordinadora de Asomega Maiores, Antón Acevedo, director xeral de Maiores e Atención Sociosanitaria de la Xunta de Galicia, arrancó situando el gran reto de fondo: una pirámide poblacional “prácticamente invertida” en una comunidad con una de las esperanzas de vida más altas del mundo y una población extraordinariamente dispersa.
A su juicio, seguir esperando a que el mayor enferme o pierda autonomía es inviable: “Si no modificamos nuestras formas de trabajar, si no ampliamos nuestros conceptos mentales, nuestros sistemas van a correr un grave riesgo en los próximos años”, advirtió, planteando el llamado “modelo seis p”, una atención sociosanitaria personalizada, profesionalizada, predictiva, de base poblacional, participativa y proactiva.
Ese cambio de enfoque se traduce en dispositivos concretos: coordinación sociosanitaria real gracias al acceso a la historia clínica electrónica IANUS en el 100% de las residencias con personal sanitario, centros de cuidados intermedios en Santiago y Ourense para evitar que una fractura de cadera derive en dependencia por falta de rehabilitación adecuada, o una red de 160 “casas do maior” en concellos pequeños que permiten a los mayores seguir viviendo en su entorno sin renunciar a actividad física, estimulación cognitiva y compañía.
“Tenemos que empezar a invertir en la fase de predependencia, prevenir o retrasar la dependencia es la única forma de que el sistema responda”, subrayó Acevedo, que también destacó la estrategia gallega contra la soledad no deseada y la apuesta por el “talento sénior” como activos y no como carga.
Abordar la fragilidad
Sobre ese terreno se apoyó el geriatra José Manuel Vega para descender al día a día clínico. Recordó que Galicia es “una de las comunidades más envejecidas del mundo” y que la fractura de cadera ilustra bien el precio de no hacer las cosas a tiempo: mortalidad cercana al 20% al año y un gasto mayor en incapacidad permanente que en la fase aguda.
Su tesis enlazaba con la de Acevedo: no basta con tratar la lesión, hay que abordar la fragilidad. “El paciente mayor no es un adulto mayor”, sentenció, defendiendo la valoración geriátrica integral –funcional, cognitiva, emocional y de polifarmacia– y herramientas sencillas como medir la velocidad de la marcha para decidir quién necesita una intervención intensiva.
La experiencia del Álvaro Cunqueiro demuestra, dijo, que cambiar el modelo tiene impacto inmediato: desde que un geriatra trabaja codo con codo con los traumatólogos, la mortalidad hospitalaria en fractura de cadera ha pasado del 10% al 3% y la estancia media se ha reducido en cinco días, con un ahorro estimado de un millón de euros al año. “Hay que dejar el ‘café para todos’ y ofrecer planes individualizados; si queremos mejores resultados quirúrgicos, debemos partir de la fragilidad”, resumió.
En el debate posterior, reconoció el “mea culpa” de una medicina demasiado centrada en diagnósticos brillantes y poco en lo que realmente determina el futuro del paciente: funcionalidad, entorno residencial y continuidad de cuidados.
Asistentes virtuales, apps, wearables
La tercera pieza del relato la aportó Luis Álvarez-Sabucedo desde la tecnología, pero en la misma dirección: anticiparse, acompañar y personalizar. Desde el centro de investigación AtlaNTTic de la Universidad de Vigo, presentó soluciones que ya están en marcha, como el asistente virtual Selenio, pensado para que las personas mayores “puedan mantenerse activas y ocuparse tanto de su bienestar como de su salud”, en conexión con familias, cuidadores y dispositivos sanitarios, o la app MindGarden, que a través de juegos permite un cribado temprano del deterioro cognitivo validado en la práctica sociosanitaria. En ambos casos, destacó, el éxito se apoya en la cooperación estrecha entre ingenieros, clínicos y recursos sociosanitarios.
Álvarez-Sabucedo mostró también el potencial de los relojes inteligentes como “una opción tecnológica muy interesante” para monitorizar de forma poco intrusiva movilidad, actividad física o riesgo de caída, e incluso trasladar al domicilio pruebas como el test de Tinetti o el “timed up and go” sin necesidad de un supervisor.
“No pretendemos sustituir un Holter, pero sí aprovechar que estos dispositivos son cada vez más habituales para ofrecer servicios de alerta temprana y fomentar la autonomía”, explicó, subrayando el uso de técnicas como el aprendizaje federado para respetar la privacidad de unos datos “altamente sensibles”.
El coloquio final de esta jornada —celebrada también con el apoyo de Grupo Coren, Benefactor Platino de Asomega— sirvió para coser todas estas miradas. El miembro de la Academia Asomega Alberto Fernández Villar, moderador del evento, planteó la brecha entre los excelentes resultados de los pilotos y su escasa traducción a la práctica diaria, y Acevedo apuntó que muchas veces se prueba con los más convencidos, cuando el reto está en “convencer a los que menos” e implicar a toda la organización.
Vega reclamó “seguir apostando” por los proyectos que demuestran retorno real para que no queden “en un cajón”, y Álvarez-Sabucedo advirtió de que el desafío ya no es solo técnico, sino también regulatorio y ético en el uso de la inteligencia artificial.


