Es innegable que la investigación clínica se enfrenta a desafíos cada vez más complejos. Algunos de ellos, de hecho, todavía difíciles de prever por el impacto de la situación geoestratégica. Sin embargo, a la vez, y vayamos a lo más positivo, atraviesa quizás la etapa más esperanzadora y de mayor avance que hayamos vivido nunca con voces que se atreven a poner fecha a la cronificación y potencial curación de enfermedades que hoy siguen siendo incurables y lamentablemente estigmatizantes. Yo soy de los que creen firmemente que será así.
En un entorno científico cada vez más exigente, competitivo y vertiginosamente cambiante, la colaboración se hace más necesaria que nunca. No es un concepto nuevo, pero hoy se ha vuelto indispensable si queremos mantener la posición de referencia internacional de la que disfruta la investigación clínica en España.
No me gusta hablar de liderazgo porque todo el mundo cree que lo tiene y eso, a veces, nos aleja de la necesidad de seguir mejorando, pero lo cierto es que la referencia internacional en investigación clínica que tenemos en España es indiscutible y responde a varios factores. Me dejaré sin duda algunos, pero creo imprescindible señalar el talento y la calidad científica de nuestros profesionales sanitarios (sin buenas ideas no hay buena investigación), su dedicación y generosidad (algo difícil de replicar en otros países por diferencias culturales y organizativas), una regulación que nos acompaña (lo cual no es habitual y tiene mucho mérito), unos costes competitivos (aunque en investigación no se compite siendo el más barato), y, sin duda, unas instituciones, redes y grupos de investigación que multiplican exponencialmente nuestro potencial, calidad y alcance.
El de la oncología es el ámbito que conozco más de cerca. En este contexto, 18 grupos de investigación clínica académica y cooperativa llevan décadas trabajando para resolver las preguntas científicas más importantes en cáncer y, con ello, contribuir a mejorar el pronóstico de esta enfermedad. Su labor a lo largo de estos años ha permitido mejorar las oportunidades de los pacientes con cáncer, fomentar una cultura de investigación dentro del entorno clínico, impulsar al desarrollo del personal sanitario implicado en investigación y consolidar una coordinación eficaz y orientada (lo que hoy entendemos como profesionalización), imprescindible para competir en calidad y rigor a nivel internacional.
Gracias a estos grupos, hemos progresado en investigación en múltiples niveles. A nivel individual, facilitando formación continua de la máxima calidad e independencia a profesionales sanitarios. A nivel institucional, favoreciendo que se compartan conocimientos, recursos e iniciativas, y apoyando a las instituciones para que puedan crecer y crear sus propios tejidos de investigación internos; y, por supuesto, a nivel científico, abordando preguntas más ambiciosas que, de no existir estos grupos, quedarían sin respuesta por no estar ligadas a un interés comercial directo. Todo ello se ha traducido en mejoras palpables en la salud y en las expectativas de vida de cientos de miles de personas.
Nuestro entorno lleva años reaccionando, prácticamente todos los países europeos cuentan ya con programas específicos para apoyar la investigación cooperativa con impacto real en la práctica clínica y el sistema sanitario. Nosotros en España no podemos permitirnos perder la posición de ventaja indiscutible que hoy tenemos. No nos podemos quedar atrás, no solo porque vamos por delante sino porque cuando la investigación se hace en equipo llega más lejos, beneficia a más personas y nos hace progresar como sociedad. El futuro de la investigación clínica pasa, sin duda y entre otros, por reforzar el papel de los grupos cooperativos y por establecer mecanismos que aseguren un mayor y mejor apoyo institucional a su labor. Necesitamos una investigación clínica cooperativa más fuerte para no poner en riesgo su liderazgo, independencia y sobre todo, todas las extraordinarias contribuciones que esta, y solo esta, hace para pacientes, profesionales y sistemas sanitarios.
Ramón MEL
Director general de SOLTI
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