Momento del homenaje a Peña Guitián. En el atril, Federico Martinón Sánchez y, en primer término, Federico Martinón Torres.
El homenaje al profesor José Peña Guitián, recientemente celebrado en la Real Academia de Medicina de Galicia, se convirtió en una emotiva y luminosa reivindicación de la figura indiscutible del mayor referente de la Pediatría gallega. Un maestro que, además, fue distinguido en 1997 con el Premio Nóvoa Santos de Asomega, que entonces celebró su segunda edición.
Momento del homenaje a Peña Guitián. En el atril, Federico Martinón Sánchez y, en primer término, Federico Martinón Torres.
La sesión reunió a destacados miembros de la comunidad médica, familiares y discípulos, con la participación central de los doctores Federico Martinón Sánchez y Federico Martinón Torres. Ambos compartieron recuerdos, aprendizajes y anécdotas, entretejiendo la trayectoria profesional y humana de Peña Guitián con la evolución de la Pediatría en Galicia. El presidente de la Academia, Francisco Martelo, también intervino en el evento.
Comenzó el acto el doctor Federico Martinón Sánchez, quien subrayó con humildad “la alta distinción y el gran honor de pronunciar este discurso in memoriam”, admitiendo que “son muchos los discípulos que, con mayores méritos y capacidades, podrían haber asumido esta tarea”, pero que la relación entrañable les convertía “en parte de su propia familia”.
Martinón Sánchez evocó la profunda huella del homenajeado: “Somos muchos los que fuimos formados por él, quienes transmitieron y siguen transmitiendo sus enseñanzas. Porque su inmensa obra permanece, impresa en miles de páginas que le sobrevivirán”. Rememoró también su propio agradecimiento vital: “Al profesor Peña le debo casi todo lo bueno que pude alcanzar como pediatra, y una parte esencial de lo que soy como persona […] solo un gran hombre puede enseñar después de la muerte”.
Durante su intervención recordó episodios decisivos para la medicina gallega protagonizados por Peña Guitián, como la modernización de la que fue promotor: “A su regreso a Galicia instauró una Pediatría moderna, rigurosa y de excelencia, proyectada desde su tierra natal hacia el mundo, y siempre al servicio del niño, la familia, la ciencia y la sociedad”.
La dimensión humana del profesor Peña centró la mayor parte de la jornada. Su visión integral de la infancia (“Consideramos al niño como un todo, que incluye lo físico, médico y quirúrgico, lo psíquico y lo social”), su apoyo pionero a la investigación (“impulsó el cribado neonatal de metabolopatías para todos los recién nacidos gallegos”), y su labor cohesionando a equipos de todas las especialidades le hicieron, en palabras de Martinón Sánchez, el “Google profesional de su tiempo, cuando aún ni siquiera se vislumbraba el advenimiento de la inteligencia artificial”.
Federico Martinón Torres, que sucedió a Peña Guitián en la Academia, subrayó el profundo vínculo que le une a él: “No fue para mí únicamente un referente académico: fue un maestro cercano, un cómplice, un estímulo permanente y, en muchos sentidos, el espejo en el que he intentado mirarme”.
Además, destacó el privilegio de haberlo conocido “no solo en el trabajo diario y en la elaboración de capítulos, en congresos y en conversaciones que abarcaban desde la ciencia hasta la vida, sino estableciendo con él una complicidad única”.
El discípulo subrayó el espíritu autocrítico y perfeccionista de Peña, relatando cómo, al escribir juntos capítulos fundamentales de tratados de Pediatría, “cada frase era revisada y corregida una y otra vez, hasta alcanzar la perfección que él consideraba imprescindible. Y lo hacía con una mezcla de rigor y humor que convertía cada sesión de trabajo en una verdadera lección magistral”.
Para Martinón Torres, Peña Guitián es “memoria viva”, alguien que marcó “no solo a los pediatras que formó, sino a las familias, a los niños y a todos los que compartimos su magisterio”.
El acto concluyó con el convencimiento de que el profesor Peña Guitián “no enseñaba solo pediatría: enseñaba un modo de ser médico. Su lema implícito era ser riguroso, pero ser humano. Exigía excelencia, pero también humildad”, resumió Martinón Torres.
La sesión se convirtió, así, en un homenaje plural, coral y cercano, en el que el rigor científico y el compromiso social se entrelazaron con recuerdos entrañables de un maestro “que permanece en los valores que sembró y que siguen dando fruto” y de quien, como escribió Gregorio Marañón, “cuando se puede decir que fue un hombre bueno, sobra todo lo demás”.
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