Ángel Carracedo.
El profesor Ángel Carracedo cerró la jornada “Trayectoria y Vida” de la Academia Asomega con una intervención que combinó ciencia, emoción y sentido común. Habló, como él mismo dijo, de lo que salía "del alma”, agradeciendo la invitación “a esta reunión tan bonita, de la que uno sale con muchas lecciones aprendidas”.
Ángel Carracedo.
Carracedo, referente internacional en genética, se alejó de los tecnicismos para compartir su trayectoria y ofrecer un mensaje vital: la medicina del futuro debe ser tan humana como científica. “En tiempos de inteligencia artificial, lo esencial es reforzar la relación médico-paciente. La sonrisa y la empatía curan tanto como los fármacos”, afirmó.
Defendió con claridad que los planes de estudio en Medicina “deben cambiar radicalmente”, para dar más peso al contacto real con el paciente y al aprendizaje vivencial: “Las facultades no pueden ser academias MIR. Hay que formar personas, no solo aprobar exámenes”.
Su intervención fue un viaje por la pasión de toda una vida dedicada a la genética, pero sobre todo una reflexión sobre las decisiones y los giros que marcan el camino. “No tengáis miedo a cambiar. Si una especialidad no os llena, buscad otra. Lo importante es la ilusión, porque solo así seréis felices y haréis felices a vuestros pacientes”.
Recordó con humor sus propios comienzos: desde su duda inicial sobre dedicarse a la medicina forense hasta su formación en Uppsala, Suecia, donde “dejé la zona de confort y aprendí más del reto que del resultado”. De regreso a Galicia, impulsó la Fundación de Medicina Genómica y lidera hoy el Proyecto Genoma Galicia, que calificó como “una oportunidad enorme para anticiparse a la enfermedad y transformar nuestra sanidad”.
Pero si algo dejó claro Carracedo es que, más allá del ADN, el auténtico código que define a un buen médico es el humano. “No somos solo genes, somos también ambiente, cariño y contacto. Está demostrado científicamente que el afecto tiene efecto terapéutico”.
Para cerrar, compartió una anécdota de su esposa, intensivista: “Una noche llegó agotada tras una guardia de Navidad. Mi hijo le dijo: ‘Mamá, ¿te compensa?’ Y ella respondió: ‘He perdido uno, salvé a dos y consolé a todos. Y eso me compensa por un millón’. Si pensáis así, estáis en el buen camino”.
Con esa mezcla de sabiduría, sentidiño y calidez gallega, Carracedo dejó al auditorio con la sensación de haber asistido a una clase magistral de vida más que de ciencia.
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