Son las ocho de la noche de un jueves cualquiera en Madrid, pero en un amplio salón del restaurante El Ninot la atmósfera es todo menos rutinaria. El aire está cargado de la calidez del reencuentro y el murmullo expectante que precede a la música. Aquí se reúne A Contraluz, un grupo que desafía la convención, formado unas 40 personas –médicos, ingenieros, abogados, arquitectos, farmacéuticos...– que dedican su tiempo libre a una pasión común: la música.

En el centro, el director musical imparte indicaciones, mientras una docena de instrumentos afinan en un lado. El resto, cuaderno en mano, repasan letras y entradas. Más allá de la partitura y la técnica, lo que se palpa en el ambiente es la esencia innegociable de este colectivo: el compañerismo y la alegría de compartir con viejos amigos. En ello coinciden todos, pues si algo define a A Contraluz es, ante todo, que se trata de un grupo de amigos.
Porque la historia de A Contraluz es, la de una amistad a prueba del paso del tiempo. Todo comenzó en la universidad, al calor de las tunas, donde forjaron una serie de vivencias y recuerdos que quedaron atesorados en el corazón. Tras finalizar sus estudios, cada uno tomó su camino: la vida adulta, las obligaciones profesionales y la formación de sus propias familias coparon su tiempo durante la treintena.
Sin embargo, cuando la vida empezó a estabilizarse y los hijos a crecer, la chispa de aquellos años volvió a saltar. ¿Por qué no volver a juntarse con los colegas de siempre? Lo que empezó como una quedada casual para recordar viejos tiempos y tocar algunas canciones, fue adoptando un ritmo de crucero difícil de frenar. El siguiente punto de inflexión llegó con una idea ambiciosa: “¡Grabemos un disco!”.
Fijar un objetivo supuso un impulso y una obligación autoimpuesta de hacerlo bien. Y después, el orgullo por el resultado fue tal que la presentación en público se hizo inevitable, dando inicio a una trayectoria de conciertos inolvidables.
El privilegio de la solidaridad
Una feliz casualidad marcó el destino de este grupo: el deseo de ir más allá del mero entretenimiento. Gracias a su diversidad (recordemos: son en torno a 40, todos profesionales y con trayectoria; por tanto, con una diversidad de relaciones digna de una 'big four'), se gestó un concierto en beneficio de Menudos Corazones que no solo supuso un espaldarazo, sino que despertó de forma definitiva la vena solidaria de estos músicos.
Desde hace más de 25 años, A Contraluz ha convertido su talento y su pasión en un vehículo para el altruismo. La lista de beneficiarios es larga y diversa, incluyendo entidades como Fundación Aladina, Adisli, Avanza ONG, Fundación Recal o AMI3.
La filosofía del grupo es tan sencilla como inspiradora: ellos no cobran nada, ceden todos los derechos y consideran un privilegio poder hacer lo que les gusta –cantar, tocar y estar entre amigos–, sabiendo que ese disfrute tiene una hermosa aplicación: aportar su grano de arena a causas necesarias. Este compromiso, que los hace felices, cuenta con el apoyo incondicional de su entorno familiar.

Un nuevo acorde por el Sáhara Occidental
En su incansable labor, A Contraluz vuelve a unirse a Asomega Axuda. Ya en 2023, la alianza permitió a los Peregrinos de Marte cumplir el sueño de completar el Camino de Santiago.
Ahora, la mirada se dirige al Sáhara Occidental. El próximo concierto benéfico del grupo apoyará el ilusionante trabajo de la Fundación Recover y la Oficina de Solidaridad y Cooperación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) en los campamentos saharauis. Los fondos se destinarán a cruciales acciones formativas, y a la donación de material e infraestructuras sanitarias, dando continuidad al compromiso de la UAM que se remonta a 20 años atrás.
La historia de A Contraluz es una evidencia rotunda: la camaradería nacida en la universidad no se desvanece, se organiza. Estos 40 amigos han convertido su vínculo personal en una fuerza viva, capaz de orquestar la solidaridad concierto tras concierto. En cada ensayo, en cada reencuentro, reafirman su pacto: no hay motor más eficaz para el bien común que la pasión compartida y la voluntad de tocar juntos... por los demás.


